martes, 21 de abril de 2009

Foucault: el sistema carcelario

FOUCAULT:

MI HIPÓTESIS ES que la prisión fue vinculada desde sus comienzos a un proyecto para la transformación de los individuos. Las personas tienden a suponer que la prisión era una clase de vertedero para criminales, un vertedero cuyas desventajas empezaron a hacerse evidentes durante su aplicación, dando origen a la convicción de que las prisiones tenían que ser reformadas y hechas con la intención de transformar a los individuos. Pero ésto no es cierto: tales textos, programas e informes de intención estuvieron allí desde el comienzo. La prisión estaba destinada para ser un instrumento comparable —y no menos perfecto que— la escuela, el cuartel, o el hospital actuando con precisión sobre sus sujetos individuales.

EL FRACASO DEL proyecto fue inmediato, y era visible virtualmente desde el comienzo. En 1820 ya se entendía que las prisiones, estaban muy lejos de transformar a los criminales en honestos ciudadanos, servía únicamente para crear nuevos criminales y para llevar a los criminales existentes, incluso hacia un grado de criminalidad mucho más profundo.

Fue allí que luego tomó lugar, como siempre en la mecánica del poder, una estratégica utilización de lo que había sido experimentado como una desventaja. Las prisiones manufacturaban delincuentes, pero los delincuentes resultaron siendo utilizados en el campo económico tanto como en el político. Los criminales caían de maravilla. Por ejemplo, a causa de los beneficios que podían obtenerse fuera de la explotación sexual, nosotros encontramos el establecimiento en el siglo XIX de los grandes negocios de prostitución, los cuales se habían hecho posibles solamente gracias a los delincuentes quienes sirvieron como medio para la capitalización de cada día del pago por el placer sexual

OTRO EJEMPLO: TODO el mundo sabe que Napoleón III se sostenía en el poder únicamente por la ayuda de un grupo consistente, al menos en sus más bajos niveles, de las comunes leyes para los criminales. Y uno solamente tiene que ver el temor y el odio de los trabajadores hacia los criminales durante el siglo XIX para entender que los criminales estaban siendo utilizados contra ellos, en las batallas políticas y sociales, como agentes de vigilancia y de infiltración, previniendo y disolviendo revueltas, paros y así sucesivamente.